En las primeras estribaciones de la Sierra Morena sevillana, hayamos la silueta de una de las ciudades romanas más bellas e insólitas de todas las encontradas en la Península Ibérica. Adentrándonos a unos 8 Kms. hacia el norte de la localidad de Villanueva del Río y Minas, entre dehesas y alcornocales centenarios, encontramos el Municipium Flavium Muniguense.
Domina la ciudad el imponente Santuario en terrazas que se yergue majestuoso sobre el paisaje que lo circunda, dedicado al culto de Fortuna y de Hércules. A sus pies, alrededor de un urbanismo distinto al habitual de las ciudades romanas, se alzan los edificios y espacios públicos, privados y sagrados que le dan forma.
Enclavada sobre un antiguo poblado turdetano, habitado desde el siglo IV a.C. hasta la época de Augusto. Es en esa época cuando comienza el urbanismo de la ciudad, que tendrá su mayor desarrollo durante la dinastía flavia, tras la obtención del rango de municipio con Vespasiano, cuando pasó a denominarse Municipium Flavium Muniguense. En el siglo II d.C. alcanzó su cénit, declinando su importancia a partir del siglo IV d.C.
Las primeras noticias del «Castillo de Mulva» que nos llegan datan de 1756 cuando dos investigadores de la Academia de Buenas Letras de Sevilla visitaron las ruinas. Ya estos eruditos las identificaron correctamente como un Santuario aunque la tradición popular le sigue llamando «Castillo». Con posterioridad cayeron en el olvido. Desde 1957 vienen siendo estudiadas por el Instituto Arqueológico Alemán de Madrid entre otras instituciones privadas y públicas.
A diferencia de otros núcleos de poblamiento de la Bética, Munigua sólo cuenta con dos periodos de ocupación; uno prerromano y otro romano. Los vestigios que más destacan, de esta época, son las acumulaciones de escorias de hierro, que se localizan por todo el yacimiento, ya que la actividad principal era la fundición de este material.
En tiempos romanos la población se vincula al nuevo poder mediante un contrato de patronazgo. Se trata de una placa de bronce, tessera de hospitalidad, que los muniguenses realizan con Augusto a través de cuestor Sexto Curvio Silvino. Gracias a este documento y por medio de toponímico que en él se menciona, conocemos el nombre de la ciudad.
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