Huelva, extraña realidad urbanística y social, tiene una historia, un proceso en el transcurrir del tiempo hasta haber llegado a nuestro días en el que se nos presenta como algo complejo e incierto, pero, a la vez entrañable. Desde el lejano mito tartésico hasta hoy, ha pasado por una serie de avatares y ha sido objeto de sucesivas colonizaciones: griegos, romanos, visigodos, musulmanes, cristianos… Después, una experiencia industrial, marcada fundamentalmente por fuerzas externas – impactos- sobre la pasividad de los ciudadanos: La capitalidad de la provincia, la colonización británica y el Polo Químico fueron tres momentos definidores de la historia reciente que han dibujado la realidad actual.
Esta história que pudiéramos llamar contemporánea para Huelva, que tiene algo más de 150 años, es en la que se han dado esos fenómenos que denominamos impactos y que han tenido de común una misma realidad: la
contra-simbiosis entre Huelva y su entorno provincial.
Huelva como otras ciudades costeras, desde la Revolución Industrial dejó de mirar al mar. Se convierte en una ciudad acorsetada, que por su expansión industrial queda atrapada entre grandes edificios, aquellos recursos turísticos de gran valor patrimonial y cultural.
Desde hace unos años, Huelva empieza a mirar al mar, poco a poco. Redescubriendo esa ciudad milenaria y legendaria. Esa Huelva mal llamada «fea» se va convirtiendo en una ciudad atlántica como antaño, en un proceso urbano que la sociedad onubense va asimilando como identitario.
En este paseo fotográfico (bajo la lluvia), mostramos una pincelada de esa ciudad tartésica, colonial, industrial y que ofrece mucho al visitante.